Senda de la berrea en Mingorrubio – El Pardo

Hace dos años fui por libre a ver la berrea en El Pardo. Este año de casualidad vi una ruta guiada para realizar la senda de la berrea en Mingorrubio – El Pardo, y no dudé en apuntarme.

Senda berrea en Mingorrubio – El Pardo

Mingorrubio

Como mucha gente no sabe lo que es exactamente Mingorrubio, te contaré que es una colonia que se creó en los años sesenta para albergar a los militares de la escolta de Franco, y que en realidad pertenece a El Pardo. De hecho si haces la ruta desde El Pardo hasta la presa, hay un punto que ya comienza a pertenecer a Mingorrubio, aunque no te des cuenta.

El inicio de la ruta

El punto de encuentro e inicio de la senda berrea en Mingorrubio – El Pardo se encuentra en el aparcamiento de Mingorrubio. Es ideal porque tiene bastantes plazas de aparcamiento, y además semi-techadas.

Habían recomendado llevar prismáticos para ver a los ciervos más cerca. Tengo unos, pero están tan escondidos que al final fui sin ellos. Por suerte, nada más encontrarnos con la guía, entregó algunos prismáticos a cada grupo.

Los primeros pasos de la senda

La senda es un agradable y cómodo paseo de baja dificultad. Iniciamos la ruta por un camino en dirección suroeste, que llevaba al río Manzanares. Junto al césped nos encontramos con tierra removida, que la guía nos indicó que era rastro de que ahí habían estado jabalíes. Unos metros más adelante también nos señaló una huella de jabalí que se diferenciaba en la tierra.

Pasamos junto a un merendero, donde varias urracas estaban picoteando bolsas de basura que había en las papeleras, para comer los restos. Me sorprendió saber que las urracas comen de todo, incluso restos de hamburguesa. Al fondo se veían las cinco torres. Y sobre nuestras cabezas sobrevolaban algunos buitres leonados y una garza.

Me pareció muy bonito el contraste de la vegetación colorida que crece en la ribera del Manzanares, y las encinas de la parte alta, justo donde viven los ciervos y los gamos. Y de hecho ya se veían algunos a lo lejos, que pudimos ver mejor con los prismáticos.

Cruzamos por la pasarela de Mingorrubio que salva el río Manzanares, y ya llegamos hasta la verja que protege el espacio natural donde se encuentran los gamos y ciervos de El Pardo.

Cómo diferenciar ciervos de gamos y ciervos

Nada más llegar a la verja, ya empezamos a ver algunos gamos aislados, y una mamá gamo con su cría del año pasado. La guía nos dijo que los veía relajados, porque movían la cola de un lado a otro, parecido a los perros. Y si estuvieran tensos, tendrían la cola hacia arriba. Yo ahí pensé que qué diferentes son de los gatos, el animal que mejor conozco, donde es prácticamente al revés; cola arriba están felices, y si la mueven es que están tensos.

¿Y por qué sé que eran gamos y no ciervos? Porque la guía llevaba unas fotografías y nos explicó las diferencias entre unos y otros. Ahí me di cuenta que siempre he pensado que eran ciervos, y en realidad hay más gamos que ciervos en El Pardo. En concreto hay cinco mil ciervos y siete mil gamos, además de jabalíes, conejos y zorros. Unos números bastante grandes, porque se van reproduciendo y no son cazados por sus depredadores naturales que son los osos, los lobos y el lince ibérico, que ya no existen en El Pardo. Y esto es lo que justifica que sea necesario cazar, porque hay superpoblación, algo que a mí no me gusta nada…

Berrea y ronca

En esta época es cuando puedes disfrutar en El Pardo de la berrea del ciervo y la ronca del gamo. También existe el ladrido del corzo, pero en El Pardo no hay corzos. Si hubiera, también se escucharía.

Para diferenciar un gamo de un ciervo, te puedes fijar en varios aspectos. El primero es el color. El pelaje del ciervo es de un color marrón uniforme, mientras que el del gamo es más rojizo en el lomo y más punteado blanco. El ciervo tiene manchas blancas también los primeros meses, para camuflarse cuando es una cría. En el culete se diferencian muy bien, porque el gamo lo tiene blanquete. También te puedes fijar en los cuernos, ya que los del gamos tienen una especie de palma más ancha.

Después de estas explicaciones, la guía nos preguntó qué era Bambi, ¿ciervo o gamo? Yo tenía claro que era un ciervo, porque siempre habían dicho que era un ciervo, pero no fue hasta ese momento que entendí y vi por qué era ciervo y no gamo.

Más gamos

Continuamos viendo más gamos aislados que estaban continuamente picoteando el suelo, comiendo hierba y hojas. ¡Tan tiernos!

Y de repente, empezamos a escuchar un ruido que provenía de los gamos, y un gamo con una buena cornamenta correteando. ¡Estábamos presenciando la ronca del gamo! El gamo macho que se siente más fuerte y poderoso hace un ruido muy peculiar, y corretea para ahuyentar al resto de gamos machos, ya que siempre intentan evitar la pelea. Si los demás se retiran, se evita, si no, es cuando ya comienzan la lucha con su cornamenta.

Éste era el grupito de gamos. Lástima no tener un teleobjetivo más poderoso para poder sacarlos más cerca. Y algo curioso es que muy cerquita de ellos también se encontraba un jabalí.

La guía nos enseñó algunas fotos de esqueletos de ciervos entrelazados. Es porque habían quedado enganchados por sus astas durante la pelea, de tal forma que no habían podido desengancharse, y habían terminado muriendo de hambre. Qué espeluznante.

Continuamos la senda viendo más gamos, hasta que llegamos a esta espectacular encina. Tenía un tamaño tan grandioso, que los gamos parecían diminutos bajo su sombra.

Aquí nos tomamos un descanso, estuvimos viendo a muchos gamos corretear, y ya pusimos rumbo de vuelta al coche.