Ruta por Laponia día 9: de Ivalo a Inari

Comenzamos con muchas ganas una nueva jornada en Laponia. Esta vez despertamos en Ivalo, donde la noche anterior habíamos visto la aurora boreal rosa. Nada más salir de la cabaña ya nos encontramos la primera de las sorpresas…

Un encuentro con renos en Ivalo

Un reno precioso se dirigía hacia mí nada más abrir la puerta. Enseguida empecé a fotografiarlo y se acercó tanto, tanto, que incluso me asusté. La propietaria de la cabaña estaba cerca y me dijo que no me asustara y que preparase la cámara porque iba a poder fotografiarlo muy bien.

Primero el reno bebió agua de un cubo, que parecía la propietaria tenía para los renos. Y después nos dijo que les iba a dar algo de comer. Sacó algunas rodajas de pan de molde, se las colocó de una en una en la boca, y el reno se las fue comiendo. Se acercaba tanto a la mujer que casi llegaban a darse un beso, pero no, no había roce. Fue increíble.

Nos propuso probar a nosotros. A mí me habría encantado pero me daba demasiado miedo, y preferí quedarme grabando el momento en el que Antonio daba de comer al reno de su boca. ¡Alucinante! El reno era muy gracioso, y cada vez que yo hacía una foto, se acercaba a la cámara. Yo pensé que él reno creía que la cámara también se comía.

Después vinieron más renos, a cuál más bonito. Aunque uno nos dio un poco de susto porque empezó a hacer ruidos raros y terminó escupiendo hierbajos. No sabemos si sería algo normal en los renos. Y también nos quedamos con la duda de si esos renos eran propiedad de la dueña de las cabañas.

Amanecer de ensueño en Ivalo

Además de los renos, observando los alrededores de nuestra cabaña nos encontramos con este amanecer tan espectacular que asomaba por encima de las copas de los árboles.

Y después de disfrutar del amanecer y de los renos, ya nos pusimos de viaje, ya que volvíamos a cambiar de destino. Esta vez nos dirigíamos a Inari, donde pasaríamos las tres siguientes noches. Durante todo el camino nos fueron sorprendiendo los colores del cielo de Laponia. Todos los días nos había fascinado, pero parecía que este día estaba aún más deslumbrante.

Durante el viaje paramos en varias ocasiones para fotografiar el cielo e incluso no pude resistirme a fotografiarlo en el retrovisor del coche. Estábamos en noche polar, lo que significa que hay algunas horas de luz, pocas, pero no se ve el sol en todo el día, y el cielo a lo lejos parecía un amanecer permanente.

Museo SIIDA y Centro Sajos en Inari

Llegamos a Inari a la dos y media de la tarde y ya era de noche. Fuimos directos al Museo SIIDA, que da a conocer la vida de la cultura sami. ¿Sabes qué son los samis? Imagino que si no has visitado alguno de los países del norte de Europa no tendrás idea, como me pasó a mí, ya que yo supe de ellos durante los preparativos del viaje a Laponia. Me quedé alucinada al saber que los samis son el único pueblo indígena de Europa, y que además viven en cuatro países: Noruega, Suecia, Finlandia y Rusia.

Me hubiera encantado conocer y hablar con algún sami, pero no fue posible. Después del Museo SIIDA continuamos hasta el Centro Sajos, también en Inari, que es un centro cultural sami que incluye el parlamento sami. Allí al menos sí vimos a una mujer sami. Supimos que lo era porque su vestimenta es muy reconocible.

Nuestra cabaña en Inari

Después de las visitas culturales, fuimos a nuestro alojamiento, unas preciosas cabañas a orillas del lago Inari que terminaron por convertirse en uno de nuestros alojamientos favoritos en Laponia. Son modestas pero muy acogedoras.

El dueño de las cabañas nos recomendó algunos supermercados y salimos a hacer la compra con idea de comer en la cabaña. Comimos una ensalada con mahonesa, y carne de reno que me recordó a las latas de magro de cerdo.

Búsqueda de la aurora boreal

Sobre las siete de la tarde salimos al embarcadero a colocar nuestro trípode para esperar la aparición de la aurora boreal. En la oficina de turismo de Inari nos habían indicado que sería un buen día porque había previsión de bastante intensidad de la aurora boreal. Nada más lejos de la realidad. Se equivocaron bastante, ya que apenas se iluminó. Como ya nos había pasado en Rovaniemi, aunque a nuestros ojos la aurora boreal no era casi nada visible, ya que sólo veíamos una nubecita verdosa muy lejana y débil, a ojos de la cámara sí se mostraba con más claridad.

Lo mejor o más bien lo peor de todo fue que cuando teníamos nuestro encuadre muy bien preparado, y estábamos haciendo un time-lapse. Llegó una pareja japonesa, él con una mesa de madera y ella con dos sillas de madera que habían cogido de la cabaña, y se plantaron unos metros delante de nosotros, justo en nuestro encuadre. ¡No tendrían sitio en todo el lago!

Se sentaron como si fuesen a tomar unas cañas, ¡increíble! A la hora ya empezaron a levantarse, dar saltitos y cantar, porque si nosotros que estábamos de pie teníamos frío, era fácil imaginar la temperatura de sus cuerpos allí sentados.

También empezaron a usar flash, algo que hacía estropear nuestras fotos, y a la media hora no aguantamos más y fuimos nosotros los que cambiamos de posición. Nos fuimos a un pico más interior del embarcadero, hacia el lago. Allí estuvimos esperando hasta las diez de la noche, cuando el cielo se empezó a llenar de nubes y ya ni siquiera la cámara era capaz de ver la aurora boreal. Dimos por imposible disfrutar de ella esa noche como en noches anteriores.

Regresamos a la cabaña para calentarnos e hicimos salidas cada media hora hasta que nos fuimos a dormir, ya sin equipo fotográfico, sólo por si de casualidad hubiese aparecido la aurora boreal. Pero el cielo estaba cada vez más nublado, así que fue una noche de fracaso de la aurora boreal, aunque con la suerte que habíamos tenido los días anteriores tampoco nos podíamos quejar. Regresamos a cenar y dormir a nuestra cabaña ya pensando en las visitas que haríamos al día siguiente.