Paseo por Bellinzona, la bonita capital del cantón de Ticino
Debo confesar que hasta el año pasado no tenía conocimiento de la existencia de esta ciudad llamada Bellinzona. La conocí por un proyecto que tuvimos que implementar en el cantón de Ticino. Si no sabes lo que es un cantón te diré que es la división política y administrativa sobre la que se construye Suiza. Hay 26 cantones y para entenderlo mejor podemos decir, y salvando las distancias, que es algo parecido a nuestras comunidades autónomas.
Esta ciudad Bellinzona es en concreto la capital del cantón de Ticino. Los nombres de Ticino y Bellinzona suenan totalmente a italiano, y es que lo son, ya que el italiano es la lengua oficial de este cantón suizo, por la influencia del norte de Italia con el que hace frontera.
Nuestro paseo por Bellinzona
Intentamos acercarnos con el coche lo máximo posible al centro de Bellinzona. Después de varias vueltas terminamos estacionando en una zona de aparcamiento de pago aunque parecía que no se pagaba. Como teníamos dudas y no queríamos terminar con una multa suiza, que imaginamos no sería nada barata, preguntamos a la única persona que pasaba por allí y que resultó ser un policía. Nos dijo muy amablemente que por ser el festivo del 1 de noviembre, el aparcamiento era gratuito. ¡Qué suerte haber elegido visitar Bellinzona en este día! Pura casualidad.
Al bajar del coche nos encontramos con las murallas de la ciudad y junto a ellas el Monumento a los caídos, un memorial de guerra dedicado a los soldados que murieron durante la Primera y Segunda Guerra Mundial.
Al final de la calle a pocos metros encontramos esta preciosa plaza con obelisco de nombre Plaza de la independencia y después regresamos al lugar donde habíamos aparcado el coche porque justo de ahí salía un pasadizo hacia el centro histórico de Bellinzona.
Tomamos este pasadizo y lo primero que encontramos fue una oficina de la policía municipal. Junto a ella unos baños públicos a los que accedimos y usamos a pesar de nuestra sorpresa al ver que eran baños antiguos, de esos baños que tienen un agujero en el suelo y que no me hubiese imaginado encontrar en Suiza.
Cruzamos otro pasadizo y llegamos hasta este precioso patio porticado lleno de pinturas de logias, que pertenece al Palacio Civico, el Ayuntamiento de Bellinzona. Atravesamos el patio para salir por su otra puerta y aparecimos en la Plaza Nosetto, la plaza más antigua de la ciudad, con soportales, tiendas y sobre todo la vista más característica del Ayuntamiento que es la de su torre campanario, una torre que por su forma me recordaba a las torres típicas italianas que encontramos en Florencia y Siena.
Continuamos por la calle que partía de esta plaza y en apenas dos minutos nos encontramos con la fachada de la Colegiata de San Pedro y San Esteban, la catedral de Bellinzona. Junto a su escalinata impactaba escuchar a un grupo que portaba la imagen de la Virgen y que rezaba el rosario en italiano, prácticamente entendible.
Como no podíamos visitar la iglesia en ese momento porque estaba cerrada, continuamos por una de las calles que salía de la Plaza de la Colegiata hasta otra amplia plaza llamada Plaza del Sol, con vistas de la muralla y del risco sobre el que se asienta el castillo más grande de Bellinzona, el Castillo de Castelgrande.
Desde esta plaza encontramos la entrada a los ascensores para subir hasta él, gratuitos por cierto, tanto los ascensores como la entrada al castillo. Y comenzamos a recorrerlo. El castillo es enorme y tiene muchos recovecos por los que te puedes meter. Si tuviera que quedarme con uno creo que sería este pasillo cubierto de césped entre el recinto amurallado.
Otro de los puntos más destacables del Castillo de Castelgrande son sus panorámicas, que te permiten ver todo Bellinzona, y unas vistas increíbles de los otros castillos de Bellinzona, de la Colegiata y de la torre del Ayuntamiento.
Después de recorrer este castillo de Bellinzona durante aproximadamente una hora descendimos para regresar hasta el coche, descartando visitar los otros castillos, que quedarían para otro día, u otro viaje. Lo que sí visitamos fue el interior de la Catedral, que a nuestra vuelta ya se encontraba abierto, y con ello finalizamos nuestra visita a Bellinzona.
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