Hayedo de Tejera Negra, los colores del otoño en Guadalajara
La semana pasada por fin conocí el Hayedo de Tejera Negra, ¡menuda maravilla! Es una ruta muy recomendable en otoño, porque sus bosques tienen unas tonalidades increíbles. De verdad si eres de los que le gusta el otoño, anímate a conocerlo, porque es una ruta preciosa. Hoy te cuento todo lo que puedes encontrar allí, y sobre todo, te muestro muchas fotografías. ¡Espero que te gusten!
Datos del Hayedo de Tejera Negra
Cómo llegar al Hayedo de Tejera Negra
El Parque Natural Hayedo De La Tejera Negra se encuentra a unos 170 kilómetros de Madrid, en coche dos horas y veinte minutos aproximadamente. El camino es bastante cómodo ya que la mayor parte del viaje transcurre por la autovía A-1, hasta la salida 103, y lo más incómodo podríamos decir que está en los últimos kilómetros, porque es puerto con bastantes curvas, y yo por ejemplo llegué mareada.
Cómo llegar al Hayedo de Tejera Negra
Aparcamiento en el Hayedo de Tejera Negra
Para acceder al Hayedo de Tejera Negra en otoño es obligatorio realizar la reserva de aparcamiento en el siguiente enlace: reservas aparcamiento Tejera Negra.
El precio de un coche es 4,86 euros.
Rutas de senderismo en el Hayedo de Tejera Negra
Hay dos rutas de senderismo que puedes hacer en el Hayedo de Tejera Negra, las dos circulares: la Senda de Carretas y la Senda del Robledal.
Ruta Senda de Carretas en el Hayedo de Tejera Negra
Nosotros hicimos la ruta de 6 kilómetros, la Senda de Carretas. Es una ruta bastante sencilla, a excepción de una subida que se termina haciendo algo larga.
Tipo de ruta: circular
Longitud: 6 kilómetros
Tiempo: 2 horas, aunque a nosotros nos llevó 4 porque paramos para hacer muchas fotografías
Dificultad: baja
Mejor época: el otoño, para disfrutar de los colores del Hayedo de Tejera Negra
Río Lillas
La ruta se inicia desde el aparcamiento. La primera parte transcurre en llano por el valle del río Lillas, que deja algunas imágenes bonitas.
Arroyo de las Carretas
Pronto la ruta gira a la izquierda, y cambiamos de río. Esta vez seguimos el curso del Arroyo de las Carretas.
A partir de aquí, ya empezamos a ver tonalidades amarillas, marrones, rojas.
También dimos nuestros primeros pasos dentro del bosque de hayas. Qué impresionantes se veían las hayas, tan altísimas.
En una parte del bosque vimos el sol entre los árboles, y aprovechamos para practicar el efecto fotográfico de la estrella de sol. Yo justo lo conocí allí, y para ser el primero, no está tan mal.
La Carbonera
En mitad del bosque de hayas nos encontramos con esta estructura que se utilizó antiguamente para guardar el carbón que se obtenía de la madera. Era una actividad muy frecuente en la zona, que comenzaba con la tala y poda de los árboles, y finalizaba con la obtención de carbón vegetal. Esto se realizaba en las carboneras, también llamadas parvas, y me resulto muy curioso conocer de qué manera se hacía.
Utilizaban troncos de madera llamados trozas. Primero colocaban las trozas grandes cruzadas entre sí para permitir el flujo de aire, y después sobre ellas el resto de trozas a carbonizar, formando una especie de montículo ovalado. Después se deja airear y secar la madera durante unos días, se tapa la madera, y ya se procede a encender la parva quemando la madera en los huecos inferiores, o introduciendo carbón encendido en esos huecos. Esto lo realizaba el carbonero, un oficio muy duro porque no descansaba ni de noche, ya que tenía que controlar las zonas frías y calientes, para que se produjera la carbonización correctamente.
Mirador de Mata Redonda
Después nos encontramos con la mayor subida de toda la ruta, que son unos 100 metros de continuo ascenso y que se hace algo cansado. En mitad del recorrido tuvimos que parar a descansar y beber agua, porque si no estás acostumbrado a subidas, la verdad que agota.
Agradecimos llegar al final, y encontrarnos con la Pradera de Matarredonda, en la que todo el mundo se encontraba descansando tras la subida, y aprovechando para tomar un tentempié antes de continuar la ruta. La pradera nos regaló imágenes espectaculares del Hayedo de Tejera Negra, como ésta. Qué alucinante, qué contraste de colores.
También muy bonita la imagen de todo el valle desde el Mirador de Mata Redonda.
Tejo milenario
Desde la pradera ya se emprende el camino de vuelta, por un camino diferente, ya que es una ruta circular. Desde aquí transcurre en casi continuo descenso, y continuamos viendo preciosas hayas.
De repente apareció un tejo milenario que no entiendes muy bien qué hace ahí en medio de tanta haya. Hay un cartel que te pide que no te acerques a él por protección, ya que si lo haces le perjudicas por la compactación del terreno.
Las hayas más mágicas
Y a partir de aquí nos adentramos en la que para mí es la parte más bonita del Hayedo de Tejera Negra, con unas hayas altísimas de un verde casi fosforito, que me hizo sentir igual que si fuera un bosque de hadas, y una de ellas iba fuese a aparecer en cualquier momento.
Panorámica del hayedo
En un punto del descenso nos encontramos con una bifurcación del camino. El de la izquierda era el camino más directo que llevaba hasta el aparcamiento, y el de la derecha llevaba a otro camino en el que puedes encontrar otras maravillosas panorámicas del Hayedo de Tejera Negra.
Nosotros nos adentramos por el camino de la derecha que iba en pequeño ascenso, agradable, y llegamos hasta estas vistas tan maravillosas del valle.
Vuelta al aparcamiento
Después regresamos hasta la bifurcación, para tomar esta vez el camino de la izquierda. Era continuo descenso, que llega a hacerse pesado, nos pareció larguísimo. Y nos dio bastante alegría reconocer el aparcamiento a lo lejos. Aquí hicimos la parada de comida, y después nos fuimos a hacer fotografías de un puente histórico sobre el río Lillas.
Ruta hasta el Puente de las Tainas sobre el río Lillas
Desde el aparcamiento cogimos el coche y emprendimos camino de vuelta, parando en medio del camino para fotografiar el valle, que estaba precioso.
En el desvío de la carretera que lleva a Cantalojas aparcamos el coche y continuamos a pie siguiendo el curso del río Lillas. Fuimos haciendo fotos de algunos de los parajes que nos resultaron más especiales. Éste era uno de ellos.
Y llegamos hasta un puente que tiene más de trescientos años, el Puente de las Tainas. Fue un puente muy importante para los ganaderos y pastores, porque les permitía acceder a las tainas cercanas y al monte donde se encontraban las reses.
Las tainas eran construcciones ganaderas en pizarra y teja árabe formada por edificios y corrales. Era el lugar donde se guarecían las cabras y ovejas, especialmente durante las noches frías y días de temporal.
En este puente estuvimos haciendo bastantes fotografías. Y aunque los saltos de agua eran muy pequeños, disfruté mucho de volver a utilizar el trípode y sobre todo, de volver a practicar el efecto seda. Hacía años.
Y antes de coger el coche y emprender el camino de viaje a Madrid, nos encontramos con una manada de vacas que estaban a dos pasos de nosotros. He de reconocer que ahí recordé mi artículo sobre los consejos si te cruzas con una vaca en el monte, porque teníamos que pasar entre ellas, y la verdad, impresionan.