Ruta de los Pueblos Blancos de Cádiz
Una de mis asignaturas pendientes era conocer la provincia de Cádiz, de la que no recordaba nada, a pesar de haberla visitado de niña. Así que este año decidí que no podía esperar más, y me decanté por una ruta por esos pueblos blancos de la sierra de Cádiz de los que tanto había oído hablar. Fue la pasada primavera, y planificamos cuatro días para conocer los pueblos blancos de Cádiz, y otros dos para visitar Cádiz capital y Jerez de la Frontera. Lo que esperábamos encontrar eran bonitos pueblos típicos andaluces de casitas blancas, y encontramos eso, y mucho más.
Mi viaje por los Pueblos Blancos de Cádiz
Día 1: Arcos de la Frontera, Espera, Bornos, Villamartín, Grazalema
Nuestro punto de partida era Jerez de la Frontera, y en escasa media hora estábamos entrando en Arcos de la Frontera, uno de los pueblos más bonitos de España, de pasado musulmán, y puerta de entrada a la ruta de los Pueblos Blancos. Arcos nos cautivó desde el primer minuto, con la vista de sus casas encaramadas en lo alto de una peña, que lo hacen verdaderamente impresionante. Subir por las cuestas estrechas de este pueblo nos dejó agotados y la vez asombrados, con sus casas blancas, su rico patrimonio histórico y una panorámica increíble del río Guadalete y de la huerta a pies del cerro de Arcos.
Continuamos recorrido hasta la pequeña localidad de Espera, típico pueblo gaditano que fue construido en una ladera, con varias iglesias y coronado por un castillo. En las afueras se puede visitar el yacimiento que contiene los restos de la ciudad romana de Carissa Aurelia.
A pocos kilómetros de Espera encontramos Bornos, de perfil menos llamativo, pero con un rico patrimonio artístico entre el que destaca su castillo-palacio, varias casas señoriales y edificios religiosos. Se encuentra a orillas del embalse de Bornos, en el que se practican todo tipo de actividades acuáticas.
Antes de llegar a nuestro destino final del día, realizamos una cortísima parada en Villamartín, el pueblo blanco que se convirtió en la gran decepción del viaje. Veníamos de tres pueblos con un encanto enorme, y éste nos pareció un pueblo muy normal, con una plaza principal bonita, pero sin el atractivo de los otros lugares. En las afueras tiene algunos monumentos megalíticos, y aunque nosotros no alcanzamos a conocer, el dolmen de Alberite es de gran importancia.
Plaza del Ayuntamiento de Villamartín
Y tras pasar por las localidades de Prado del Rey y El Bosque, nos fuimos internando cada vez más en la sierra de Cádiz hasta llegar al hotel Villa de Grazalema. En esta casa rural pasaríamos las siguientes tres noches, y fue una magnífica elección tanto por la casa rural en sí, como por las vistas que nos dio de Grazalema. Enclavada en un valle, con sus calles blancas y colmadas de flores, Grazalema me pareció uno de los pueblos blancos más bonitos de Cádiz, y un lugar magnífico para olvidarte del mundo.
Día 2: visita a Ronda (Málaga)
El segundo día de nuestro viaje curiosamente no lo dedicaríamos a visitar ninguno de los pueblos blancos, sino que abandonaríamos Cádiz para hacer una pequeña incursión en la provincia de Málaga, con el objetivo de conocer una de las ciudades españolas que tenía más ganas de visitar: Ronda. Desde Grazalema, esta ciudad malagueña se encontraba a apenas 40 minutos, así que no tuve ninguna duda de que debíamos visitarla. Con el peligro de todas las expectativas que tenía de esta ciudad, no me decepcionó, y me resultó verdaderamente fascinante. De Ronda me gustó todo, desde que crucé su muralla, y me fui internando en su centro histórico, muy monumental, del que me gustó todo, desde su Puente Nuevo hasta los baños árabes. Pasamos el día completo en Ronda, y regresamos a Grazalema para dormir.
Día 3: Zahara de la sierra, Olvera, Setenil de las Bodegas, Alcalá del Valle
Retomamos el recorrido por los pueblos blancos de Cádiz con los que se encontraban al norte de Grazalema. La primera parada del día fue Zahara de la sierra, una localidad que me sorprendió enormemente. Se sitúa a orillas de un embalse y es de origen musulmán, como se comprueba en el entramado de sus calles claramente andalusí, y coronada por un castillo medieval.
Tras Zahara de la sierra continuamos hasta Algodonales, y paramos en Olvera, también de origen árabe y de gran riqueza monumental. Destacan su castillo árabe, iglesias de diferentes estilos y el valioso Santuario de Nuestra Señora de los Remedios.
Tras Olvera, atravesamos el conjunto histórico de Torre Alháquime por su calle principal, y llegamos hasta la localidad que en gran medida era la culpable de que yo estuviese visitando los pueblos blancos de Cádiz: Setenil de las Bodegas. Y aunque había visto muchos reportajes de Setenil y pensaba que incluso me podría llegar a decepcionar, la verdad que me encantó. La principal característica de Setenil es que se ha construido aprovechando los huecos que dejan las rocas, de tal forma que incluso en algunas casas una de sus paredes es la propia roca. Me resultó espectacular.
Aprovechamos a comer las famosas hamburguesas de Setenil de las Bodegas, y tras la comida hicimos una escapada rápida a Alcalá del Valle para conocer los dólmenes de Tomillo.
Dólmenes de Tomillo en Alcalá del Valle
Tras la visita a los dólmenes, pusimos rumbo de vuelta a Grazalema, y como llegamos temprano decidimos acercarnos hasta Benamahoma, donde realizamos la mitad de la ruta de senderismo del río Majaceite. En la vuelta a Grazalema aún nos dio tiempo a parar en el Puerto del Boyar donde contemplamos este espectacular atardecer.
Día 4: Villaluenga del Rosario, Ubrique
Nuestro cuarto y último día en los pueblos blancos de Cádiz lo íbamos a dedicar a los pueblos al sur de Grazalema. La primera parada del día fue Villaluenga del Rosario. No es de los pueblos más bonitos, pero tiene dos curiosidades: aloja la plaza de toros más antigua de la provincia de Cádiz, que además es poligonal, y produce el queso artesanal «payoyo», que ha ganado concursos internacionales al mejor queso.
Plaza de toros de Villaluenga del Rosario
Nuestra última visita por los pueblos blancos fue a Ubrique, una localidad en el fondo de un valle famosa por su artesanía de cuero, y por ser la cuna de nacimiento del torero Jesulín de Ubrique. Aunque tiene un pequeño centro histórico con algunas edificaciones religiosas, lo que más conocimos de Ubrique fue sus decenas de tiendas de cuero que se encontraban en varias calles comerciales.
Con Ubrique pusimos fin a nuestra magnífica ruta por los pueblos blancos, y abandonamos la sierra de Cádiz prometiéndonos que no tardaremos mucho en volver, esta vez para dedicar más tiempo a realizar rutas de senderismo, y pasar una semana completa de relax y desconexión.
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Pues es una ruta a la que le tengo muchas ganas desde que hace un tiempo cayó en mis manos un reportaje sobre Setenil de las Bodegas. Estuve buscando este año vuelos a Jerez, para armarlo desde allí, pero en las escasas fechas que tenía libre no encontraba vuelos baratitos.
Ojalá en 2019 sea posible!
Los pueblos blancos de Cádiz son una pasada, y para mi gusto, cuando más te internas en la sierra, más impresionan. Uno los que más, Setenil de las Bodegas por supuesto. Yo tenía ganas de conocerlo también por un reportaje que vi en el que además de sorprenderme las casas entre las rocas, me quedé con unas ganas enormes de degustar las hamburguesas de Setenil, ¡y las probé! Ojalá puedas visitarlo el año que viene. Un saludo!