Icod de los Vinos, la ciudad del drago milenario
Icod de los Vinos es uno de los pueblos en la falda del Teide que siempre recordaré por sus calles empinadísimas, calles que nos regalaron momentos muy divertidos. Si no quieres no es necesario internarse en estas calles para conocer su centro histórico, aunque nosotros buscando aparcamiento las encontramos, y después nos alegramos. Comenzamos subiendo por la calle San Antonio, que se fue estrechando y empinando cada vez más hasta el punto de parecer no tener fin. En un momento incluso el coche se quedó sin fuerza para ascender, y en cuanto tuvimos oportunidad emprendimos camino de descenso por la calle el Amparo, en un descenso de vértigo que nos llevó hasta el centro de Icod de los Vinos. Aquí ya dejamos el coche en el primer aparcamiento que encontramos y continuamos a pie. Por cierto el aparcamiento nos resultó realmente barato, ya que nos costó sólo 80 céntimos.
Desnivel de la carretera en Icod de los Vinos
Dejamos el coche muy cerca de la Plaza Luis de León Huerta, plaza principal de Icod de los Vinos, con una gran escalinata y coronada por una balaustrada con cuatro estatuas de mármol genovesas que representan las cuatro estaciones.
En lo alto de la escalinata aparece el edificio del ayuntamiento, de fachada neocanaria y ocupando lo que fue el antiguo convento agustino de San Sebastián.
Ayuntamiento de Icod de los Vinos
A la izquierda del ayuntamiento, la parroquia de San Marcos.
Ayuntamiento y parroquia de San Marcos
Continuamos el recorrido por la calle San Sebastián, que tiene algunas construcciones antiguas, desde el siglo XVII, que se diferencian porque tienen balcones clásicos. En apenas cinco minutos llegamos a la Plaza de Andrés de Lorenzo-Cáceres, un parque del siglo XVI construido alrededor de la iglesia de San Marcos y dedicado al conde de Sietefuentes. En abril estaban celebrando las fiestas de San Marcos y todo el parque y algunas calles estaban engalanadas, además de ofrecer degustación de vinos y quesos.
Celebrando las fiestas de San Marcos
Lo que más llama la atención en todo este parque sin duda es la iglesia de San Marcos, de fachada sencilla y que me recordó a las iglesias de la Isla de Sao Miguel. No pudimos entrar porque estaban de obras.
Detrás de los bancos del parque me resultaron muy curiosas estas farolas decoradas con escudos.
También encontramos por el parque varias esculturas, como el busto del general José Antonio Páez, prócer de la independencia de Venezuela, que fue biznieto de un icodense.
Pero la imagen más esperada de este parque la descubrimos al llegar al final, donde se encuentra un mirador con vistas al parque del drago y al famoso drago milenario. Antes de acercarte al drago puedes dar un paseo por el mirador, ya que al encontrarse en un terreno elevado tiene vistas impresionantes de la ladera, los pueblos cercanos y el mar.
Pérgola en parque de Andrés de Lorenzo-Cáceres
Una escalinata te lleva hasta el parque del drago y el mariposario. Toda esta zona tiene especies botánicas interesantes, pero la estrella es el drago milenario, responsable de que a Icod de los Vinos se la llame «Ciudad del drago» y uno de los símbolos más emblemáticos de la isla de Tenerife. El nombre de drago proviene de «dragón», llamado así porque tiene una savia de color rojo. Y aunque no está clara la edad de este drago, ya que en lugar de mil años pudiera tener 600 u 800, lo cierto es que se considera el drago más antiguo de las Islas Canarias. Resultó curioso conocer por fin esta especie vegetal tan típica de este archipiélago de la que había escuchado tanto. Sus medidas además, impresionantes, con 16 metros de altura, 20 metros de perímetro y un peso de 140 toneladas, la mayoría en su copa.
Nosotros finalizamos aquí el paseo, pero si quieres completar tu recorrido por Icod de los Vinos, puedes continuar hasta el mariposario o el museo de malvasía, e incluso ya algo más alejado del centro, la cueva del viento.