Girona día 2: Roses, Cadaqués, Figueres, Peralada
Despertábamos y desayunábamos en nuestro hotel de Ampuriabrava. Lo que habíamos echado en falta la noche anterior en la habitación, lo teníamos en el desayuno, que se servía en otra casa y tenía unas vistas espectaculares a los canales de Ampuriabrava. Así daba gusto, precisamente esto es lo que veníamos buscando, que nos provocó partir con ilusión a conocer la costa gerundense.
Roses
Comenzábamos con un pueblo pesquero cercano a Ampuriabrava: Roses. Estaba edificado también alrededor de una bahía, igual que Tossa de Mar, pero en este caso era bastante más grande, el golfo de Roses. Lo primero que hicimos fue dirigirnos a su castillo, desde donde se tenían unas vistas bastante impresionantes de su golfo.
Antes de ir a conocer la ciudad, comenzamos a ascender por la carretera que se internaba en el Parque Natural del cabo de Creus, y paramos al inicio de un sendero que recorría varios monumentos megalíticos. Esto sí que fue una gran sorpresa que no esperábamos para nada. Aparcamos y no dudamos ni un instante en internarnos en su búsqueda. No hicimos la ruta de senderismo completa, pero sí llegamos hasta encontrar el primer dolmen y el primer menhir.
El dolmen de la Creu d’en Cobertella es una construcción neolítica de los años 3000 al 2700 a.C. Creo que era el primero que veía en mi vida, y me pareció chulísimo.
Dolmen de la Creu d’en Cobertella
El menhir La casa cremada también es del neolítico, del 4000 al 2000 a.C.
A partir de aquí, deshicimos nuestros pasos, y ya nos bajamos a pasear por Roses. Primero por el paseo marítimo donde hacía un viento fortísimo que de vez en cuando doblaba sus palmeras, algunas muy altas. Por cierto que en la oficina de turismo nos pasó algo «curioso». Al preguntarnos de dónde éramos, y decir que veníamos de Madrid, la mujer nos contesto: «Ah, de la capital. De momento…» Nos dejó bastante flipados la señora la verdad, y esto era ya en 2013.
Tras el paseo marítimo nos dirigimos a la ciudadela de Roses, que estaba a dos pasos de la playa. La ciudadela es el recinto amurallado que protegía antiguamente la ciudad de Roses, fundada originariamente no por romanos como pensábamos, sino como una colonia griega. Da algo de pena algunas partes que están muy deterioradas, pero sí es cierto que en general impresiona bastante y algunas estructuras son maravillosas y da bastante idea de lo que fue, como pueden ser las ruinas de la ermita.
Ermita de la Ciudadela de Roses
Cadaqués
A las 2 de la tarde entrábamos en Cadaqués, un pueblo bellísimo que nos cautivó desde el minuto cero. Es el típico pueblo en el que querrías pasar días y días. En cierta manera me recordaba a Mykonos. Después de conocerlo entendimos por qué los alojamientos aquí eran los más caros de la zona, aún así, cuando vuelva a Girona intentaré alojarme en Cadaqués. Pasear por sus calles estrechas y empinadas, con sus casas blancas que parecían estar perfectamente colocadas frente al mar, era una auténtica delicia. No me extraña que Dalí lo eligiera como lugar para pasar largas temporadas.
En Cadaqués, además de la casa-museo de Dalí, a la que no pudimos entrar porque está tan solicitada que hay que pedir cita previa, también hay que ver su iglesia, que es el gran edificio blanco que destaca sobre el resto de tejados, la iglesia de Santa María. Por cierto sobre el edificio de la oficina de turismo nos encontramos esta curiosa réplica de la «Estatua de la libertad«.
Estatua de la libertad en Cadaqués
Finalizado el paseo, y prometiéndonos volver, aprovechamos para comer en una de las terrazas que daba a la bahía de Cadaqués, ¡esto sí que era vida!
Figueres
El tercer destino importante del día era la localidad natal de Dalí, Figueres. Fuimos buscando la famosa imagen de «los huevos«, de los que había visto una fotografía hacía algunos años, y tardé en averiguar dónde estaban: el Teatro-Museo Dalí. Estando tan cerca, no me lo podía perder. Encontramos un sorprendente edificio surrealista, como todo lo que tocaba Dalí, con huevos gigantescos, figuras que representaban los famosos Oscar y una impresionante cúpula geodésica.
No pudimos acceder al interior, porque ya no eran horas, pero desde luego que debe ser impresionante, porque ya el exterior lo es. Algunas de las obras que nos quedamos con ganas de ver son «Gala desnuda mirando el mar que a 18 metros aparece el presidente Lincoln», «Galatea de las esferas» o el «Cadillac lluvioso». Otro motivo más para volver a Girona.
Junto al museo, la iglesia románica de Sant Pere, construida en varias etapas, la primera en el siglo IX.
Algo más alejado del centro está el castillo de San Fernando (Castell de Sant Ferran), que a pesar de su nombre es más una fortaleza militar. Además, cuando se construyó en el siglo XVIII, se convirtió en la fortaleza más grande del momento. Hoy día es el monumento de mayores dimensiones de Cataluña, y sí es impresionante por su tamaño, aunque hay partes algo abandonadas y otras inacabadas.
Peralada
Para finalizar el día, elegimos un destino cercano que conocíamos por sus festivales de música veraniegos: Peralada. Ciudad medieval que conserva varios restos de edificios antiguos. Su monumento más famoso es el castillo, del siglo XIV, muy bien conservado y hoy día convertido en casino. No pudimos entrar al recinto porque estaba cerrado por algún evento importante, así que dimos un paseo por la ciudad, una ciudad que nos gustó a pesar de un pequeño percance que tuvimos tras la cena, que hará que nosotros siempre la recordaremos por ser el lugar en el que un cajero se tragó nuestra tarjeta de crédito…